lunes, 25 de octubre de 2010

Art Spiegelman, Maus y otras cosas difíciles de buscar

El curso de Comprensión y Producción del Lenguaje 2 que dicto en la UPC es, stricto sensu, sobre argumentación y persuasión. No obstante, lato sensu, es también un curso sobre racismo, discriminación, realidad sociolingüística peruana, sociología, antropología, psicología, etc. Como parte de las tareas adicionales de este poco categorizable curso, les encomendé la lectura de Jorge Bruce “Nos habíamos Choleado tanto” y la novela gráfica “Maus” de Art Spiegelman. Sobre el libro de Bruce no hay mucho qué decir: fui a la librería, lo compré, lo leí, me pareció útil para los chicos, le pedí que se lo compren, le saquen copia o se lo presente, fin. El caso del libro del judío norteamericano era un poco más complicado: no existía ninguna copia en Lima y el amigo que me lo prestó hacía ya muchos años que radicaba en Barcelona. Me sumergí en el mar de oportunidades que es Internet y lo encontré a través de distintos medios: Megaupload me lo ofreció en inglés (que es la lengua original), Rapidshare me permitió bajarlo en castellano, Emule me bajó las dos versiones en solo dos días, Amazon me lo llevaba a mi casa en dos semanas, etc.

Sé que voy a sonar un poco primarioso y “Colón” (aquel que dice cosas evidentes), pero lo experiencia de mis alumnos, la cual relataré más adelante, me ha motivado ha escribir algunas cosas sobre las búsquedas en Internet. Sin lugar a dudas, el buscador de la red, por defecto, es Google. Permite realizar búsquedas en más de 20 idiomas y cuenta, además, con diversas alternativas como Google docs, gmail, reader, traductor, etc. Por último, si quiero realizar una búsqueda más especializada, puedo hacerla a través de Google, Google scholar, Google academic, Google sites, etc. Otros buenos buscadores, además del ya mencionado, son Yahoo, Bing y Ask.

Ahora, una búsqueda cualquiera a través de estos programas no son, por lo general, las herramientas que me permitirán descargarme un libro, una revista, un video, una imagen o una canción, sino el instrumento con el que accederé a algún repositorio que almacena la información que busco. Los principales y más conocidos son Rapidshare y Megaupload. Sus dos métodos son sencillos y simples: ambos me permiten guardar información y bajarla cuando lo requiera. No obstante, si no adquieres una membresía, te enfrentarás a algunas limitaciones como velocidad, tiempo de espera y número de descargas. Ninguno ofrece un buscador en sí, sino que debes conseguirlo a través de los buscadores del párrafo anterior, lo que es, en verdad, un tanto molesto.

A pesar de lo sencillo que resultan los procesos que he descrito, la información no está, siempre, al alcance de un clic. Es cierto que es mucho más fácil conseguir libros o videos que antes, pero el proceso de búsqueda exige también un tipo de entrenamiento que lleva tiempo. A propósito de la novela gráfica que les pedí a mis alumnos que leyeran, les dije que yo ya la había conseguido y podían copiarla del USB que había llevado a clase, pero que tenían opción para hacerlo desde sus casas. Algunos alumnos, un poco más previsores, USB en mano, copiaron el cómic sin problemas. A la clase siguiente, todos habían llevado sus unidades de almacenamiento personales, pues me explicaron que no habían logrado conseguirlo desde la Web. Me extrañó mucho este suceso: ¿no se supone que esta generación digital se mueve como pez en el agua en esta inmensidad de oportunidades que es la Internet? Nada más falso que eso: muchos me comentaron que, fuera de Facebook, Messenger y los videos de Youtube que les recomiendan sus amigos, sus ingresos a la Web son iguales a cero. ¿Cómo moldear la educación no solo para que aprendan lo que queremos que aprendan, sino que utilicen las herramientas tecnológicas como nosotros lo esperamos?   




  

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